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jueves, 26 de mayo de 2011

SÉPTIMO CAPITULO.

Habían pasado unas semanas después de aquel encuentro y yo todavía lo recordaba como si fuera ayer. Pero me preocupaba no haber sabido de él todavía. A lo mejor, no quería saber de mi, pero parecía extraño, es como si se lo hubiera tragado la tierra. Nadie sabia que le pasaba pero decían que no salía de su cuarto nada más que para comer y cenar. Así que me vi dispuesta a visitarlo y ver como se encontraba. A lo mejor, tenía un catarro y si fuera así quería estar lo más cerca posible.
Está vez fui a caballo, no tenía muchas ganas de andar, estaba cansada por que ayer no dormí apenas y tampoco estos días atrás.
Cuando llegue llamé a la puerta y salio el Sr William Tarner, su mayordomo, aquel que me había anunciado la fiesta del compromiso entre el hermano del Sr Brandon y su prometida a través de carta. Me dijo que el señor estaba indispuesto y que no quería visitas. Pero de repente se oyó una voz de fondo y William se retiró.
- Entre Srta Williams, esta es su casa. - me dijo él desde dentro.
- No quería molestar, solo venía haber como estaba, hace mucho que no se de usted y e preocupaba. - cuando le vi bajar por las escaleras estaba muy pálido y con ojeras, seguramente tendría un catarro bastante fuerte.
- No se tiene que disculpar, además me agrada su presencia, esta casa esta muy sola y a veces es agradable que alguien la visite. - me sonrojé, aun indispuesto no había perdido su gracia y eso me reconfortaba.
- Bueno, y ¿como está?
- Me encuentro indispuesto, no tengo ganas de comer y tampoco de salir. Hoy viene a visitarme el medico del pueblo...- tragó saliva y añadió- .. Señorita Williams, ¿Le importaría quedarse esta tarde a acompañarme? Temo caerme y que no haya nadie para sujetarme y quien mejor que usted - sonrió e igual que yo.
- No podría con su peso y su fuerza, pero espero servirle de una grata compañía.
- Eso no lo dude.
La velada surgió sin problemas, con nuestras adoradas charlas y con algún otro coqueteo. Empezaba a adorar a ese hombre, yo, que nunca había necesitado a alguien para disfrutar de un rato agradable, ahora lo necesitaba bien. Y pensar en como habíamos empezado. Solo pensarlo me dio risa y se me escapo una ligera sonrisa. A lo que me preguntó :
- ¿De que se rie Srta?
- De como hemos evolucionado.
- ¿El ser humano? ¿Eso le da risa?
- ¡Claro que no! - sonreí - Nosotros.
- De no querer ni vernos...
- ... A estar hablando como si nos conociéramos de siempre.
- Tiene razón. Como es la vida, que siempre quiere lo mejor para cada uno y por eso me ha tocado conocerla a usted.
- ¡Oh señor Brandon! No diga esas cosas, que me hace sonrojar. - miré el reloj que habia en la sala y me di cuenta que eran más de las 7.- ¡Señor Brandon que tarde es! Se nos ha ido el santo al cielo y tengo que volver a casa para la cena. Buenas noches y deseo que se recupere pronto.
- Gracias, pero.. ¡espere! quiero darle algo de despedida.
Y sin hablar más, se acerco lentamente y con delicadeza me besó. Me cogió desarmada, tan desarmada que no sabía que hacer. Aquel beso fue intenso pero dulce a la vez. Cuando nos separamos no daba crédito y nos quedamos callados un largo tiempo. Ninguno había esperado ese beso pero los dos queríamos hacerlo.
Beso entre Emma Williams y Arthur Brandon.

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