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viernes, 15 de julio de 2011

CAPITULO DIÉCIOCHO. Siempre tuya, Emma.

Cuando volví a casa, lo único que tuve las fuerzas necesarias para hacer, fue encerrarme en mi cuarto y derramar las lágrimas más dolorosas de toda mi vida. No sabía que hacer, mi cabeza estaba en un duelo más con mi corazón. Como decía mi madre ``entre la espada y la pared´´. Anthony tenía sus cosas positivas, tenia dinero, era guapo y me quería pero yo a él no. Arthur, tenía dinero, era guapo, me amaba pero lo nuestro no era posible aunque yo lo quisiera. Esa era nuestra desdicha.  Por una vez, pensaba en hacer caso a mis padres y casarme con Anthony, pero sería una desgraciada y no viviría mis días junto Anthony, como viviría cada segundo con Arthur. Con felicidad, amor y complicidad. No. Quería Arthur, pero no quería pasarme todo mi vida escondiendo mi amor por todos los rincones y engañar toda mi vida a un hombre honrado y bueno como Anthony.
Y me di cuenta de una cosa clave en toda esta historia, en todo este tiempo, había odiado a Anthony, por que no era Arthur, pero estos meses que lo he conocido parecía otro. Alguien divertido, ingenioso y agradable. Y me gusto ese Anthony, no se si sería una fachada o que quería engatusarme para intentarme convercerme para que me casara con él, pero la verdad es que me gusto y por eso había reconsiderado esa unión. Pero no podía pensar aquello, yo amaba a Arthur sobre todas las cosas y eso no lo podía negar nadie, ni el mismo Anthony.
- Pshh, Pshh, Señorita Williams... - oí en mi ventana. Era el criado de Arthur, hacía mucho tiempo que no había pasado por nuestra casa y hacía tiempo que Arthur no me enviaba cartas.
- Dígame - dije.
- Traigo una carta de mi señor, es urgente igual o más de la última que le di. Me tengo que ir, hasta otro día señorita Williams.
- Vaya con dios.
Abrí la carta muy nerviosa, hacía meses que no enviaba una carta a través de su criado, y era más urgente que en la carta en la que me explicaba sus sentimientos y sus intenciones de quedar todas las noches en nuestro lugar en el lago.
¿Que dirá esa carta? ¿Tan importante será? pensaba yo, no podía ni abrir el sobre y al final me corte con el papel del sobre y al ver la sangre, cosa repugnante, me desmayé.

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